Mencio

Cuando el Cielo está a punto de conferir a un hombre graves responsabilidades, seguramente, primero atormenta su corazón y su voluntad, fatiga sus músculos y sus huesos, hace pasar hambre a su cuerpo, empobrece su persona, trastoca sus empresas: de ese modo estimula su corazón, templa su carácter y repara su incapacidad. (...) Sólo después se comprende que la vida tiene lugar en el dolor y en las preocupaciones y, la muerte, en la tranquilidad y los placeres.