SEMINARIO INTERNACIONAL DE BUDISMO Y DAOISMO, UNAM


Mercedes Valmisa


Raquel Bouso, Gerardo Zenzei, Rebeca y Paulina


Esquema de Huo


Esquema mío


Rebeca y Paulina


Rebeca


Audiencia


Audiencia


Audiencia


Presentación de Rebeca


Moi, Rebeca y Juan Arnau


Moi, Rosario y Jesús Carlos


Agustín Jacinto, Rebeca y Maraldo, ja


John Maraldo

TU NATURALEZA ES UN BUDA Y NO ES UN BUDA

Tratado sobre el linaje de la fe

Bodhidharma

Todo lo que aparece en los tres reinos proviene de la mente. Por ello, la enseñanza de los budas del pasado y del futuro es de mente en mente, sin preocuparse por definiciones.

Pero, si no lo definen, ¿qué quieren decir con mente?

Tú preguntas: esa es tu mente. Yo respondo: esta es mi mente. Si no tuviese mente, ¿cómo podría responder? Si no tuvieses mente, ¿cómo podrías preguntar? Eso que pregunta es tu mente. A través de innumerables kalpas sin principio, cualquier cosa que haces, que eres, es tu mente real, eso es tu buda real. ESta mente es el buda y quiere decir lo mismo. Aparte de esta mente no encontrarás, otro buda. Es imposible buscar la iluminación o el nirvana más allá de la mente. La realidad de tu propia naturaleza, la ausencia de causa y efecto, eso es la mente. Tu mente es nirvana. Puedes pensar que encontrarás un buda o la iluminación más allá de la mente, pero ese sitio no existe.

Tratar de encontrar un buda o la iluminación es como tratar de coger el aire. El aire tiene nombre pero no forma. No es algo que pueda cogerse y ponerse en el suelo. Y ciertamente no se puede aprehender. Nunca verás un buda más allá de la mente. El buda es un producto de tu mente. ¿Por qué buscar un buda más allá de esta mente?

...

Los budas no salvan a los budas. Si utilizas tu mente para buscar un buda, no verás al buda. Mientras busques al buda en otra parte nunca podrás ver que tu propia mente es el buda. No uses un buda para venerar a un buda y no utilices la mente para invocar a un buda. Los budas no recitan sutras. Los budas no guardan los preceptos.Y los budas no rompen los preceptos. Los budas ni guardan ni rompen nada. Los budas no hacen ni bien ni mal.

Para encontar un buda debes ver tu propia naturaleza. Quien ve su propia naturaleza es un buda. Si no ves tu propia naturaleza, el invocar budas, recitar sutras, hacer ofrendas y mantener los preceptos no tienen valor alguno. Invocar budas produce buen karma, recitar sutras ayuda a tener buena memoria, mantener lo preceptos conduce a un buen renacimiento, y realizar ofrendas reporta futuras bendiciones, pero ningún buda.

Y el buda es la persona que es libre: libre de planes, libre de preocupaciones. Si no ves tu propia naturaleza y no haces más que dar vueltas todo el día buscando en otra parte, entonces nunca encontrarás un buda. La verdad es que no hay nada que encontrar. Pero para alcanzar una comprensión tal necesitarás un maestro y deberás luchar para llegar a comprender. Vida y muerte son importantes, no las sufras en vano. No hay nada de ventajoso en engañarte a ti mismo. Aunque cuentes con montañas de joyas y contantos sirvientes como granos de arena hay en el Ganges, sólo los ves cuando tienes los ojos abiertos. Pero, ¿qué pasa cuando los cierras? Debes comprender que todo lo que ves no es sino un sueño o ilusión.

Si no encuentras un maestro pronto, vivirás esta vida en vano. Es cierto que cuentas con naturaleza búdica, pero sin la ayuda de un maestro nunca la verás. Sólo una persona entre un millón alcanza la iluminación sin la ayuda de un maestro.

Si, a pesar de ello, a causa de las condiciones, alguien comprende qué quería decir el Buda, entonces esa persona no necesita un maestro. Una persona así cuanta con un conocimiento superior a cualquier enseñanza. Pero a menos que cuentes con una bendición de ese tipo, deberás estudiar sin descanso y comprenderás mediante la instrucción.

...

Cualquiera que vea propia su naturaleza es un buda; cualquiera que no la vea es un mortal. Pero tal vez creas que puedes encontrar tu naturaleza búdica separada de tu naturaleza mortal; ¿dónde la encontrarás? Nuestra naturaleza mortal es nuestra naturaleza búdica. No hay buda más allá de esta naturaleza. El buda es nuestra propia naturaleza. No hay buda separado de esta naturaleza, y no hay naturaleza separada del buda.

...

Un buda no observa los preceptos. Un buda no hace bien ni mal. Un buda no es activo ni perezoso. Un buda es alguien que hace nada, alguien que ni siquiera puede enfocar su mente en un buda. Un buda no es un buda. No pienses en budas. Si no ves de lo que estoy hablando, nunca conocerás tu propia mente.

...

Pero si todos nuestros movimientos o estados, sucedan cuando sucedan, son la mente, ¿por qué no vemos esa mente cuando muere el cuerpo de una persona?

La mente siempre está presente. Lo que ocurre es que no la ves.

Pero si la mente está presente, ¿por qué no la veo?

¿Nunca sueñas?

Claro que sí.

¿Eres tú cuando sueñas?

Sí, soy yo.

¿Y lo que haces o dices es diferente a tí?

No, no lo es.

Pues si no lo es, entonces ese cuerpo es tu cuerpo verdadero. Y este cuerpo real es tu mente. Y esta mente nunca ha cambiado a través de innumerables kalpas carentes de principio. Nunca vivió ni muerió, ni apareció ni desapareció, ni aumentó o disminuyó. No es pura ni impura, buena o mala, pasada o futura. No es verdadera ni falsa. No es masculina ni femenina. No tiene apariencia ni de monje ni de laico, ni de monje principal o novicio, de sabio o ignorante, de buda o mortal.

Ichi

Experiencias Zen del pequeño saltamontes

Po: Un hombre necio y absurdo al meditar estaba haciendo un estruendoso ruido con su respiración, la cual llenaba todo el Zendo. Tal era su insistencia y tal su cansancio que su ruido parecía ser el medio para alcanzar la concentración. Nada más erróneo que vivir la vida cansado. El Dhamapadha nos dice: “Larga es la noche para el que esta despierto. Largo el camino para el que está cansado”. Si el medio de tu vida es el cansancio y la queja nunca podrás dormir tranquilo y vivir en compasión. Lo tranquilo y lo compasivo, sin embargo, no son medios de la vida para un mejor vivir, sino, para un vivir liberado y feliz.

Saltamontes: Estoy a punto de mover el pie, esta posición no me convino, ¡pero no lo puedo mover! Uuuuno, doooooos, treeeees… No siento el pie, no puedo mover el dedo gordo. Me tengo que concentrar. ¿Pero cómo?, con esta locomotora a mi lado, ha de dormir horrible, pobre de su esposa, qué no puede respirar así: Uuuuno, doooooos, treeeees… Pero, ¿mi pie? Dios mío a qué hora se acaba…

Po: ¡Silencio!

Saltamontes: ¡Se calló! Uuuuno, dooooos, treeees, cuuaatro, ciiiinco, seeeeis, siieete, ooooocho, nuueeve, diiiiez, uuuuno, dooooos, treeees, cuuaatro, ciiiinco, seeeeis, siieete, ooooocho, nuueeve, diiiiez, uuuuno, dooooos, treeees, cuuaatro, ciiiinco, seeeeis, siieete, ooooocho, nuueeve, diiiiez, uuuuno, dooooos, treeees, cuuaatro, ciiiinco, seeeeis, siieete, ooooocho, nuueeve, diiiiez, uuuuno, dooooos, treeees, cuuaatro, ciiiinco, seeeeis, siieete, ooooocho, nuueeve, diiiiez…

Suena la campanilla.

Saltamontes: ¡Putas!, no siento el pie ni aún estirándolo, trataré de moverlo aquí. ¡No me puedo parar! Ya comenzó el kinjin, me encanta el kinjin.

Po: A diferencia del hombre necio y absurdo que buscaba en su respiración un mero entretenimiento para pasar el rato, el pequeño saltamontes trató de mantener la concentración, a pesar del propio dolor que habitaba su cuerpo, a pesar incluso de la falta de respeto de su compañero. Afuera la lluvia había caído y estoy certero de que en algún momento el pequeño saltamontes fue como las gotas del agua que se deslizaban por las hojas de las plantas, los drenajes pluviales o las calles; pero aún le falta llegar a ser el sonido que hacen las gotas cuando se desprenden del cielo para alimentar a la tierra. Por ahora está luchando con su pie muerto, dando curiosos saltos afuera del Zendo, cuando deje de luchar y deje ser pie a su pie habrá dado un paso a la libertad y habrá superado el miedo a la muerte.

kong


Mencio

Cuando el Cielo está a punto de conferir a un hombre graves responsabilidades, seguramente, primero atormenta su corazón y su voluntad, fatiga sus músculos y sus huesos, hace pasar hambre a su cuerpo, empobrece su persona, trastoca sus empresas: de ese modo estimula su corazón, templa su carácter y repara su incapacidad. (...) Sólo después se comprende que la vida tiene lugar en el dolor y en las preocupaciones y, la muerte, en la tranquilidad y los placeres.

El Budismo

Ante lo ajeno, lo extranjero, lo exótico, en fin, ante lo otro, el sentido común y la razón han impuesto la intolerancia, el dogmatismo y la apatía. La modernidad se ha construido con estas herramientas asegurando la trascendencia y continuidad de sus imperios, tanto como el dominio y la explotación de tierras más allá de su imaginación y codicia. La metafísica occidental tiene su soporte físico, definido por el hecho de que las ideas superan sus propias capacidades y las de la naturaleza. La voragine de nuestro tiempo lo patentiza, cuando finalmente el hombre ha demostrado su incapacidad para dominar su voluntad, guiado por apariencias que ocultan la verdad de nuestra situación.
No hay, por cierto, cosa más vergonzosa que ver cómo los hijos del capitalismo tardío, en el que igual participa gran parte del Oriente, se han vuelto carne de cañón de guerras sin sentido, evadiendo con su seguridad clase mediera la verdadera angustia detrás de miedos infundados, como los que les provocan sus créditos, la representación que de él se hagan los demás, o peor, el término antelado de su contrato con la vida, la jubilación. Desprecian la universalidad de la miseria autoconmiserándose, poniéndose como héroes de luchas vanas y fragmentarias, pues el tamaño de esta conciencia que nos ha dado la naturaleza no nos permite ver fácilmente la grandiosidad de la unión de las cosas pequeñas.
Por ello, ¿qué hacer cuando ese orgulloso racionalismo ya no es una opción frente a estos hechos que aquejan a miles y que durante milenios ha caracterizado la naturaleza humana? ¿Cómo detener el sufrimiento de la humanidad, esta voluntad ávida de voluntad? El principio budista dice: el mundo es sufrimiento o dukkha. El voto budista dice: hay que detener ese sufrimiento o nibbana. Ello implica la aceptación del círculo vicioso provocado por el deseo o tanha. A este desarrollo corresponde el proceso médico hinduísta que era: diagnosticar la enfermedad, identificar su causa, determinar si es curable y prescribir el tratamiento. El sufrimiento es la única y válida enfermedad, cuya causa es producto de nuestro deseo, siendo su cura sólo la extinción del ego, ser propicio con el dharma es el único tratamiendo.
Lo que erróneamente en Occidente se ha solido llamar energía positiva o dharma, no puede ser comprendido sin la aceptación de una energía negativa o kharma, energías que hemos acumulado en nuestros sucesivos renacimientos. La unidad dialéctica dharma-kharma, es una consciencia que se mueve más allá de lo correcto y lo incorrecto, lo justo o lo injusto, porque es aceptación incondicionada de la bondad de la naturaleza y la maldad de la conciencia humana, es decir, es una doble consciencia sin dualidad, lo que importa es su conjunción, entre el interior y lo exterior. Para el budismo, entre más se está de lado de la propia naturaleza, del yo o atman, más alejado se estará de la naturaleza misma, del no-yo o anatman, porque la razón, el ego homocentrista es aquella dualidad entre sujetos y objetos, entre la consciencia humana y el dominio de la naturaleza, que invariablemente llega a producir la explotación del hombre por el hombre y la destrucción del entorno.
El voto budista es una variación de la lógica hinduísta, refinada más tarde por Nagarjuna, que revoluciona filosóficamente el concepto decisivo que el Budismo predicaba. Este término es el de la compasión. Cuando el Buda Sakyamuni vence al demonio Mara, negando la última tentación que era quedarse en la contemplación o samadhi, volviendo de ésta para liberar a todos los seres sintientes, entonces la compasión que así mostró el Budha de nuestro tiempo trascendió como la auténtica marca del Budismo. De tal manera que a partir de sus enseñanzas en Benarés, distintos estudios fueron hechos por sus discípulos, conformando el canón budista hindú o tipitaka, reconociéndose una genealogía de veintiocho patriarcas hindués y veinticinco chino-japoneses. Unos representando la fuente misma de la sabiduría del Budismo hindú y la otra el resultado de la mezcla entre éste y el Taoísmo. Esta presentación se dedicará a exponer los aspectos más relevantes del primero.
La base filosófica de la llamada religión atea, el Budismo, es nihilista, en tanto que antes de que hubiese existido un Dios, nunca en esencia, o al menos no como se entiende en el judeo-cristianismo o el islam, ha existido Dios. Y aún más, el propio Buda Sakyamuni superó el estado de perfecta contemplación por la que se adhiere la impermanencia del mundo y la realidad, para volver al mundo de los seres sintientes para liberarlos, disolviéndose las prácticas inhumanas practicadas por arhats, yoguis y brahmines, liberándolos, a ellos mismos, de la apariencia en que se mantenia ese sufrimiento santificador, manifestación, al igual que el deseo, del ego o anata. Como culminación de las enseñanzas budistas desarrolladas por los subsecuentes trece patriarcas, Nagarjuna establece la escuela de la vía media que es la base del budismo mahayana o gran vehículo, diferenciándose del hinayana o pequeño vehículo.
Al igual que el dharma y el kharma, el mahayana y el hinayana se comprenden como una unidad indisoluble, pues así como se supone que el dharma se produce por la cesasión del kharma —lo cual no es precisamente así—, de la misma manera el gran vehículo de la filosofía budista no es posible sin el pequeño vehículo de la práctica en persecución de la adherencia o dhyani, la contemplación, la extinción o nibbana. El Budismo manifiesta claramente una metafísica de la inmanencia, una lógica empirista y una estética devocional de la naturaleza. Estos pilares sobre los que se sostiene el Budismo se fortalecen de manera natural e incondicionada, generando la llamada filosofía perene, lo que seguramente en continuidad social, la sangha, y profundización espíritual, no logre ninguna filosofía o religión occidental hacer.
La lógica budista se basa en la aceptación de la nada como principio de todas las cosas, sintientes y no sintientes. Esta nada, no es aún la nada absoluta del zen, aunque se prefigura como la extinción en la experiencia del samadhí. Dice el maestro Keyzan: Este yo es, al mismo tiempo, la gran tierra, la totalidad de los seres y el ‘y’ que los une. Pero este ‘y’ no es el yo, el viejo compañero Gotama, el yo y el ‘y’ no son idénticos ni tampoco diferentes. A decir verdad, vuestra piel, vuestra carne, vuestros huesos y vuestra médula son completamente ese ‘y’.
Por lo que, a la vía media de Nagarjuna le antecede la visión del Buda Sakyamuni, la visión de la relación negando la dualidad que constituye la propia relación, y que se expresa en la indisociabilidad de los términos dharma o kharma, mahayana o hinayana. Realidad del dharma —entendido como ‘todas las cosas’— donde la conjunción es previa a toda distinción. Indistinción que es en los hechos la base de toda la lógica budista, que trascenderá como la indiferencia del zen al encontrarse con la no-compasión taoísta. Pero, a este carácter fundamental de la lógica y ética budista, se le ha interpretado equivocadamente en Occidente como extremo pesimismo e incluso como mesianismo.
El punto irreductible del Budismo en todo caso no va más allá de la realidad fáctica, sino muy por el contrario, se encarna en ella definiendo la indisociabilidad misma de la iluminación y el mundo terrenal, o como para el Taoísmo entre los dioses y la organización del estado, cuando incluso los antepasados conviven con los vivos. Así, la metempsicosis, la reencarnación a través de eones y eones, produce el interminable sufrimiento que es provocado por la conciencia humana. Detener esa consciencia es en realidad el objetivo y voto de todo budista, ética que se establece en el bien común y la felicidad general, más acá de las utopías socialistas o capitalistas basadas en el consumo metafísico-dialéctico, de la promesa de un mundo ideal después de la muerte. La religiosidad aquí es cosa del presente y para el presente y la reencarnación no es sino metáfora de la naturaleza cambiante de nuestra consciencia, minuto a minuto. La idea finalmente es rescatar nuestra originaria naturalidad mediante una ética inmanente y compasiva.
De acuerdo con el budólogo Heinrich Dumoulin, la lógica en la filosofía de Nagarjuna se reduce a su ‘método de negación didáctica en cuatro pasos’ que reza:

Todas las cosas o dharma existen: afirmación del ser, negación del no-ser
Todas las cosas o dharma no existen: afirmación del no-ser, negación del ser
Todas las cosas o dharma existen y no existen: afirmación y negación
Todas las cosas o dharma ni existen ni no existen: ni afirmación ni negación

A esta sucesión de premisas que al parecer dan un paso antes de la lógica aristotélica, al cerrar el silogismo dado por la afirmación, la negación, y la doble afirmación con la doble negación, hace una reafirmación de las cosas tal y como son y como no son a la vez, pues ambas son ese ‘y’, que es el fundamento de la talidad de la vía media, que tiene sus antecedentes en el tat twam asi hinduísta. Como Buda, Nagarjuna no ofrece respuestas para las últimas cuestiones metafísicas, su explicación de los fundamentos positivos en su vocabulario filosófico es consistentemente negativo. Por ejemplo, según la genealogía de los patriarcas zen o Denkoroku del maestro Keyzan, el patriarca Micchaka, sostuvo la enseñanza de que el budista no debe identificarse siquiera con la vacuidad porque, de ese modo, se asemejará a los no budistas que caen en el absurdo, por aferrarse unilaterlamente a un aspecto particular de la enseñanza de la vacuidad.
Esta lógica surgirá de una metafísica y mitología complejas cuyas raices se pierden en los inicios del hinduísmo en las estepas del actual Pakistán. De esa rama se dice, proceden algunas de las razas europeas y por tanto, parte de nuestro mismo origen genético. En lo que respecta a la metafísica, como hemos mencionado, el Buda Sakyamuni y Nagarjuna agregan una base filosófica sin precedentes a esa tradición, aún cuando muchos de sus significados y simbolismos ya están de alguna manera contenidos en los antigüos libros védicos, los ghitas y el Mahabarata.
Los orígenes trinitarios de la metafísica hindú, representados por la trimurti conformada por Visnú, Brahma y Shiva, sobrevivirán dentro del indiferente ecumenismo de la práctica religiosa budista, la cual en la actualidad ya no es mayoría en la población practicante de la India, que por otro lado casi en su totalidad es musulmana. El budismo presenta así una coherencia intachable en cuanto a su aceptación de la impermanencia del mundo y los seres, siendo además de una religión atea una religión en éxodo, quizá como la judia, pero que por su inherente ecumenismo es más flexible a cualquiera de las condiciones que se le presentan.
Aún en la actualidad, el Buda de la tierra pura es un bodhishatva importante para el sincretismo entre el budismo chan y al shinto en Japón. En este Buda, sin lugar a dudas, se puede rastrear la emanación de Visnú, Brahma o Shiva, pero Buda, a diferencia de Cristo, no es la síntesis entre una divinidad trinitaria providencia y el mundo sensible. El Budismo también, al no ser una religión finalista o teleológica como la cristiana, logra llegar a una afirmación de la vida mediante la vía negativa, dando prioridad a la naturalidad del espíritu compasivo para con los seres sintientes y no-sintientes.
La compasión del Budismo no tiene por tanto ninguna relación con el sentimiento de conmiseración generado por el Cristianismo, porque como hemos visto, de la misma manera el kharma no es ninguna energía negativa como equivalente a una culpa original. El Budismo da un paso más acá, hacia la experiencia pura, la realidad del instante o presente absoluto. No hay onto-teleología, como tampoco hay cargos de conciencia por un pasado insuperable, sino que al tender a ser la no-acción taoísta o la no-mente del zen, es una apuesta por la aceptación de la impermanencia del mundo.
La instauración de la comunidad monástica o sangha durante el reinado de Asoka, alrededor del siglo dos antes de nuestra era, permitió el camino medio entre la vida solitaria de los renunciantes jainas y la de los brahmanes cabezas de familia. Por ella se desarrolló también una expresión artística que tendrá enormes influencias alrededor de todo el continente asiático. Así mismo, nos dice Peter Harvey, la sangha ha tenido como ninguna otra institución humana una existencia continuada de tan larga duración, y con una difusión tan amplia, que difícilmente puede ser igualada por cualquier sociedad religiosa occidental.
De esta manera la práctica budista se constituye por tres pilares sobre los que fundamenta el conocimiento de sí: Budha, dharma y sangha. Sin ellos difícilmente se podrá dar un verdadero entendimiento y liberación de las cinco sombras de nuestra percepción, por las cuales no logramos lo propicio a la representación del mundo que ni es, ni no es.
Finalmente el gesto de la sabiduría budista es quizá el resultado más patente y misterioso de toda su parafernalia. En él se manifiesta la experiencia que los años de acumulación de dhyani ha dado, a través de una insignificante y muchas veces paradigmática evocación sin traer a colación ninguna moraleja o norma moral. La disciplina aquí es interior y no conviene con nadie sino con la nada. Porque además, por más inteligentes que seáis, por más que recordéis al pie de la letra lo que habéis oído y por más que memoricéis las enseñanzas más sagradas, si no llegáis a comprender su significado esencial os asemejaréis a esas personas que sólo se ocupan de contar las riquezas que poseen sus vecinos.